El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


viernes, 21 de enero de 2011

" Pinto añicos de estrellas, escalofríos de alas y epidermis de niños que apenas los ángeles rozan"(Balthus)

Balthus (París 1908-2001explicaba así la manera en que vivía la inspiración artística: « Me sucede muy a menudo que no puedo pintar, cuando estoy en mi estudio. Basta, antes, sentarse ante la tela, contemplarla, acariciarla con la mano. Es otra manera de pintar, de proceder. Pintar significa alcanzar, proceder y conquistar. Pasar a través de los secretos, traducir lo que es todavía obscuro, no tratar de dar interpretaciones. Lo importante es esto: a menudo el pintor mismo no sabe por qué. No le corresponde a él traducir, dar cuenta de lo que pinta, ni expresarse en este sentido. Basta que tenga la voluntad de expresar el mundo a través de sus obscuridades».
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 Haría falta --observaba Balthus en su entrevista al semanario frances  «La Vie»-reencontrar el modo de trabajar de los antiguos, la paciencia de los artesanos, un arte de vivir que espiritualice a los hombres. Haría falta reencontrar la vida en el paisaje, extraer su respiración. En cambio, se intelectualiza, se interpreta, se hacen abstractas las cosas, las formas, los seres. ¡Que se vuelva, por favor, a la sabiduría paciente de Masaccio y de Piero della Francesca, a la lenta, anónima, ímproba fatiga de los pintores de frescos italianos, al vigor sagrado, inocente de Giotto!».
«La pintura --concluía -- debe hacer ver la belleza. Cada color se une a otro para ofrecer, como hacen las notas musicales, una armonía, el sentido de la eternidad y de lo sublime. Pintar responde a una necesidad interior. Es la única exigencia a la que está obligado el pintor y respecto a la cual no debería tener elección. Pero, entonces, no es vana. Gracias a ella, a esta visión interior, buscada sin tregua, incesantemente, el cuadro encuentra de repente su orden y se ilumina».

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