El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


miércoles, 26 de noviembre de 2014

No miraras

Una serpiente acaba con la vida de Eurídice el día de su boda con Orfeo y su desesperación es tan grande que pierde el deseo de vivir. Su canto se vuelve entonces tan triste que los dioses se apiadan de él y le permiten descender al reino de los muertos en busca de su esposa con la condición de que no se detenga a mirarla hasta que no haya alcanzado con ella el mundo exterior y los rayos del sol bañen su cuerpo. Pero Orfeo vuelve la cabeza antes de tiempo y la pierde para siempre.
Foto de Joaquín Gomis 

La deuda

EL ROTO en EL PAIS

jueves, 13 de noviembre de 2014

Un ciervo que se aleja y busca la paz del bosque

Foto de autor desconocido
 Hoy parece difícil comprender eso, pero hay un placer muy intenso en el gesto de marchar, de alejarse de cierta cotidianidad. Hace 13 años que dejé la seguridad de un trabajo y corté con el mundo editorial. Los primeros meses, el primer año, es extraño: no tienes citas, comidas, cenas, entrevistas organizadas. Nadie te llama. Hay una cierta forma de venganza, que es lógica, porque si tú has querido alejarte, los demás sienten eso con cierta agresividad. La sociedad tiende a comportarse de manera mafiosa. Mire, en el siglo XVII, un comerciante o un magistrado, cuando cumplía los 50, tenía derecho a consagrar el resto de su vida a Dios. Ahora la obsesión es mantener los vínculos sociales hasta el último minuto, entretener a los jubilados o hacerles trabajar de nuevo. No te dejan escapar hacia una relación más vertical, como la que podían buscar los eremitas o quienes se refugiaban en un convento. Eso permite tener una mirada distinta sobre lo que es tener una vida plena, sobre lo que es la felicidad. Creo que una de las cosas más tristes, más siniestras que le pueden ocurrir a uno es tener que simular alegría y felicidad todo el tiempo, como esas personas que viven de salir en la televisión: me suicidaría si tuviese como oficio el ser feliz por obligación. ¡Qué suplicio!
Pascal Quignard. a Octavi Marti

Raíces historicas

EL ROTO en EL PAIS