La vida es un banquete. Los hay que mueren atascados de pronto y caen bajo la mesa; otros tiñen de rojo el mantel con sangre y manchas abundantes, pero sólo de vino, ninguna lágrima; otro están aturdidos por las luces, el ruido, les repugna el aroma de los platos, están molestos por el barullo, agachan la cabeza y se echan a llorar. ¡Dichosos los sabios que comen lentamente, apartando a los comensales ávidos y a los criados descarados que les importunan, y que pueden, el último día, en el postre, cuando unos duermen, otros están ebrios desde el primer plato y muchos de ellos se han ido, enfermos, beber por fin los vinos más exquisitos, saborear los frutos más maduros, gozar lentamente de los últimos placeres de la orgía, vaciar el resto de un gran golpe, apagar los candelabros y morir!
Gustave Flaubert, Les Funérailles du docteur Mathurin.
foto ; Virxilio Viéitez
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