El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


sábado, 8 de octubre de 2011

En la cuerda floja

El 7 de agosto de 1974, un joven funámbulista francés llamado Philippe Petit coloco un cable ilegal entre las dos desaparecidas torres gemelas del World Trade Center  y lo paso andando ante el estupor de miles de personas. Nada más terminar fue arrestado por cometer el “crimen artístico del siglo”, pero según él, y como titularía años después su biografía, en aquel momento “alcanzó las nubes”.
Se hizo pasar por periodista y falsificó tarjetas de contratistas para él y sus colaboradores y así  tener libre acceso a los dos edificios y a su azotea, quedando incluso encerrado en el edificio por la noche.
Con un simple arco y una flecha pasó un primer cable guía de una azotea a otra, mientras un colaborador la tensaba, luego se pasó otro definitivo de más de 200 kg de peso. Petit, con un contrapeso de 8metros de largo y  25 kg, tenía delante su sueño.
“A mis pies un cable. Nada más. Mis ojos captan lo que se levanta frente a mí: la parte superior de la torre norte”, escribe después en sus memorias “Alcanzar las nubes”,  “Este es probablemente el final de mi vida, caminar sobre ese cable. Y, por otra parte, algo a lo que no me podría resistir, ni haría ningún esfuerzo por resistirme, ese cable me llama. Y la muerte está muy cercana”.

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