El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


jueves, 24 de enero de 2013

La solitude



La encontré delante de mi puerta
una tarde al volver a casa.
Va conmigo a todas partes.
Ha vuelto, ahí está,
la mocosa de los amores muertos.
Me siguió, paso a paso.
¡La muy zorra! ¡Que la lleve el diablo!
Ha vuelto, ahí está.

Con su cara de cuaresma,
con sus grandes ojos con ojeras,
nos deja el corazón para el arrastre
nos deja el corazón en llanto
nos pone las manos pálidas
y nos trae largas noches desoladas.
¡La muy zorra! Incluso capaz de llenarnos
de invierno en pleno verano.

En tu triste vestido de muaré,
con tu pelo mal peinado,
tienes pinta de desesperación,
no apetece mirarte.
Venga, llévate lejos de aquí
tu triste careto de aburrimiento.
No soy amante de la desgracia.
¡Cómprate un bosque y piérdete!

Quiero todavía menear mis caderas,
quiero embriagarme de primavera;
quiero pasar noches en blanco
con el corazón abierto, a corazón abierto.
Antes de que suene la hora pálida
y hasta mi último aliento,
quiero decir todavía “te amo”
y querer morir de amor.

Ella me dijo: “Ábreme la puerta.
Te seguí paso a paso.
Sé que tus amores han muerto.
He regresado, aquí estoy.
Te han recitado sus poemas,
tus hermosos caballeros, tus hermosos hijos,
tus falsos Rimbaud, tus falsos Verlaine(1).
¡Ea! Ahora se acabó.”

Desde entonces me trae noches en blanco.
Se colgó de mi cuello,
se enrolló en mis rodillas.
Va conmigo a todas partes
y me sigue, paso a paso.
Me espera delante de mi puerta.
Ha vuelto, ahí está,
la soledad, la soledad…

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