Hay que ver a Max Ophüls , dan ganas de grafitearlo por las calles . Ver por ejemplo La Ronda y asombrarse de su absoluta modernidad . Todo Ophüls es elegante, nostálgico , evocador , romántico y rezuma la ironia suave de quien se sabe exquisito. Así la voz en off del inicio del film:
“Y yo… ¿Quién soy en esta historia? ¿El autor? ¿Un cómplice? ¿Un transeúnte? Soy todo eso. En fin, soy uno cualquiera de ustedes. Yo soy la encarnación de vuestro deseo. De vuestro deseo de saberlo todo. Los hombres solo conocen una parte de la realidad. Y ¿por qué? Porque no ven más que un solo aspecto de las cosas. Yo los veo todos.
Porque los veo en círculo. Eso me permite estar en todas partes. En todas. Pero, ¿dónde estamos? ¿En un escenario? ¿En un estudio? No se sabe. ¿En una calle? Estamos en Viena. En 1900. Cambiemos de ropa. ¡1900! Estamos en el pasado. ¡Me encanta el pasado! Mucho más tranquilo que el presente… y más seguro que el futuro. Brilla el sol. ¡Es primavera! En el perfume de su aire… se percibe que llega el amor. ¿Verdad? Y para que el amor empiece su ronda, ¿qué nos falta? Un vals. He aquí el vals. ¡Gira el vals! ¡Gira el carrusel! Y la ronda del amor, también gira.”
La teatralidad de Ophüls . Nada hay de pirotecnia posmoderna en esta adaptación de un obra teatral de Arthur Schnitzler . Una sucesión de relaciones amorosas , l´amour en la Viena de 1900 . Puro ejercicio de estilo , puro cine .
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