El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


jueves, 8 de noviembre de 2012

El trapio de Joaquin Vidal


 Ahora que tantas plumas ilustres abandonan EL PAIS  recordaba aquellas magistrales cronicas taurinas que nos obsequiaba en sus columnas JOAQUIN VIDAL  , como esta acerca de la corrida de feria de San Sebastian . Corria el año 2001  y nadie ha vuelto a escribir asi sobre la lidia en nuestra prensa : 
(..)"Estábamos en el sexto toro o lo que fuese aquello pues más parecía borrego. El Califa le había hecho una faena larga y tesonera, muy encimista, iniciada mediante el pase cambiado por la espalda, en la que abundaron naturales y derechazos, ninguno de ellos avenidos con el arte; incluyó circulares, pechugazos metido en el costillar, circulares citando de espaldas, porfías encimistas, y acabó tirando los trastos al viejo estilo tremendista. Con lo cual las peticiones de '¡Mú-si-ca!' llegaron a alcanzar el delirio. La inhábil interpretación del volapié, durante la que cayó el aviso, desmereció cuanto se había visto, y al alegre público ya no le pareció oportuno pedir la oreja.
La faena anterior de El Califa había tenido más feos registros, quizá porque el toro se comportó más encastado y menos borrego. Falto de la técnica esencial, sin gracia ni pellizco, El Califa lo toreó desacoplado por naturales y derechazos, quedando muchas veces a merced del toro, y esto también impresionó al buen público donostiarra.
(..)Públicos bullangueros y musiqueros como el de Illumbe siempre los hubo. Lo que pasa es que tiempo atrás los toreros eran más consecuentes y daban lo que les pedían. O sea, las manoletinas, las espaldinas, las gurripinas, con la muleta; chicuelinas, serpentinas y rogerinas, con la capa. Sólo si les salía el toro de sus sueños y se sentían inspirados se ponían clásicos y hondos, toreaban para sí mismos, y le hacían un faenón de los de caerse de espaldas.
Ruedo y tendido iban a juego, no había engaño, se pasaba bien. Ahora, en cambio, estas figuras modernas se ponen en plan solemne y líder, les sale un churro, aburren al lucero del alba y acaban oyendo avisos. Que es la única música que les va, francamente."
El "TORO MARIPOSA " de GOYA

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