En las páginas finales de El cuento de nunca acabar, Carmen Martín Gaite nos relata una tarde de paseo con su hija, todavía pequeña. Pasean cerca del agua y la niña observa a un sapo que reposa sobre una piedra. Y se queda inusualmente silenciosa. Ya en casa, y cuando ambas están acostadas, la niña despierta a la madre para decirle: "Qué raro lo del sapito, ¿verdad? ¡Cómo nos miraba!"
Foto de Herbert List |
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