El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


martes, 20 de septiembre de 2011

El bueno de Glenn Gould y el "malogrado"

 "Estudiamos durante un  decenio un instrumento, que hemos elegido, y oímos entonces, después de ese decenio fatigoso, más o menos deprimente, unos compases de un genio y estamos acabados, pensé", escribe Bernhard en " El malogrado " : cuenta la historia de unos amigos que coincidieron estudiando piano con Vladimir Horowitz en el Mozarteum de Salzburgo. 
Uno de ellos es Glenn Gould, el prodigioso intérprete de Bach, pero el personaje en torno al que gira la historia es Wertheimer, que un día se fue a un pequeño pueblo de Suiza, Zizers, y se quitó la vida . Llevaba años tocando el piano pero cuando escucho a Gould entendio que por mucho que hiciera jamás lograría tocar como él lo hacía.
 Y de eso va esta historia, de lo que ocurre cuando se descubre que nunca se alcanzará la meta soñada, cuando se sabe que es inútil proseguir una batalla que no conduce a parte alguna, cuando se advierte que la perfección o la verdad o la belleza no están al alcance de la mano ( José Andrés Rojo , EL PAIS )


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