El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


viernes, 10 de mayo de 2013

l’homme á la tête de chou

Una  de las virtudes de los feos es la de ser más fecundos, ya que según un estudio de la University of Oxford y la University College London , del 2009, publicado en el Journal of America Naturalist, los machos más atractivos eyaculan menos líquido seminal que los menos guapos. Una estrategia de la naturaleza para compensar el hecho de que estos últimos tengan menos posibilidades de tener relaciones, ya que serán menos elegidos que sus colegas más hermosos. “La fealdad tiene algo superior a la belleza, dura más”, dijo uno de los playboys menos agraciado del planeta, pero que se rodeó de las mujeres más bellas: Serge Gainsbourg, que se apodó a sí mismo como l’homme á la tête de chou -el hombre con la cabeza de repollo-.

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