El arquitecto suizo Peter Zumthor, en su libro. Atmósferas (Gustavo Gili, 2008) , entre otras cosas, dice lo siguiente: "Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y, en décimas de segundo, tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas: un entendimiento inmediato, un rechazo inmediato. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata para viola de Brahms (Sonata nº 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre en el ámbito de la arquitectura. No tan poderosa como en la más grande de las artes, la música, pero también está ahí".

Mi deseo seria crear en este blog una atmósfera, nada más que una atmósfera.


jueves, 25 de abril de 2013

Godot no va a venir

Cuentan que a Samuel Beckett se le ocurrió el título de Esperando a Godot en un Tour de Francia. Todos los ciclistas habían cruzado la meta, pero el público seguía inmóvil, esperando. ¿A quién?, preguntó el aguilucho irlandés. “A Godot”, le respondieron en referencia al pobre diablo que siempre acababa el último en las carreras. Esperando, siempre esperando, mientras la vida pasa de largo.
 Ahora que se representa en el Centro Dramatico Nacional nos parece más visionaria que nunca, porque nos han puesto al borde de un abismo en el que todos los días parece que nos vamos arruinar o, por el contrario, parece que nos vamos a salvar para siempre. Y precisamente de lo que Esperando a Godot se ríe es de que los personajes estén al servicio de la espera y no al servicio de vivir.
Foto de Lee Miller 

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