Cuentan que a Samuel Beckett se le ocurrió el título de Esperando a Godot en un Tour de Francia. Todos los ciclistas habían cruzado la meta, pero el público seguía inmóvil, esperando. ¿A quién?, preguntó el aguilucho irlandés. “A Godot”, le respondieron en referencia al pobre diablo que siempre acababa el último en las carreras. Esperando, siempre esperando, mientras la vida pasa de largo.
Ahora que se representa en el Centro Dramatico Nacional nos parece más visionaria que nunca, porque nos han puesto al borde de un abismo en el que todos los días parece que nos vamos arruinar o, por el contrario, parece que nos vamos a salvar para siempre. Y precisamente de lo que Esperando a Godot se ríe es de que los personajes estén al servicio de la espera y no al servicio de vivir.
Ahora que se representa en el Centro Dramatico Nacional nos parece más visionaria que nunca, porque nos han puesto al borde de un abismo en el que todos los días parece que nos vamos arruinar o, por el contrario, parece que nos vamos a salvar para siempre. Y precisamente de lo que Esperando a Godot se ríe es de que los personajes estén al servicio de la espera y no al servicio de vivir.
Foto de Lee Miller |
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